31 de gener del 2013

Vídeo de María José López



Como muchos ya sabéis, yo conocí a Manel hace más de 10 años, en 2001, aún recuerdo muy bien ese día, aquella entrevista de trabajo. Siempre pienso que en ese momento no era consciente, pero aquel fue seguramente uno de los días clave en mi vida, por un lado porque ese día conseguí mi primer trabajo en el mundo de la salud pública, y por otro lado y aún más importante, porque ese día el destino puso en mi camino a alguien que con el tiempo llegaría a convertirse en una persona fundamental en mi vida. Esa persona era Manel.


Yo no os voy a hablar más de todos sus méritos profesionales, porque creo que a estas alturas del homenaje ya han quedado claros. Y en ese sentido, os doy de verdad las gracias a todos los que habéis hablado antes que yo y habéis puesto de manifiesto la relevancia del trabajo de Manel, porque yo siempre he pensado que en determinados momentos o en determinados aspectos no se le había valorado lo suficiente. Y me ha hecho inmensamente feliz que hoy aquí se hayan reconocido todos sus méritos, que sin duda son muchos y muy importantes.

Dicho esto, de lo que yo os quiero hablar no es tanto de las cosas que hizo, sino de cómo las hacía, porque creo que eso es realmente lo que marcaba la diferencia entre Manel y todos los demás. Manel tenía una manera de trabajar que seguramente no es la más habitual. Seguro que habéis oído muchas veces eso de que para ser bueno en el trabajo hay que separar lo personal de lo profesional o no involucrarse demasiado. Bueno, pues Manel era incapaz de involucrarse poco en algo, y aún más incapaz de dejar de lado su humanidad o de dejar de preocuparse o de interesarse por las personas que tenía alrededor, por mucho que éstas perteneciesen a su ámbito laboral.

Y esa fue una de las grandes lecciones que aprendí de Manel: que el rigor científico o la excelencia profesional no tienen por qué estar reñidas con la calidad humana. De hecho, él demostró que no sólo no están reñidas, sino que preocuparte por las personas que trabajan contigo, preocuparte por mantener un buen ambiente de trabajo, preocuparte porque no falte el sentimiento de equipo, no sólo es que sea admirable en términos humanos sino que además es la mejor manera de conseguir equipos de trabajo motivados, entregados y dispuestos a trabajar tanto como haga falta para que las cosas salgan bien. Manel consiguió formar un equipo así en su servicio, en el SAMI, un equipo del que estaba orgulloso y a la vez un equipo que estaba muy orgulloso de él. Un equipo que hoy esta aquí, una vez más, y como siempre, al lado de Manel.

Os quería contar una anécdota que, quizá es una tontería, pero que creo que ilustra muy bien esa calidad humana que hacía de él alguien a quien directamente era imposible no querer. Hace ya bastantes años, en una de las reuniones que teníamos los dos, a las que yo habitualmente llevaba una lista con todos los temas que teníamos que tratar (proyectos, informes, artículos, etc...), le dije –yo le llamaba jefe muchas veces- “bueno jefe, por dónde empezamos?”, y él me dijo, “hombre, primero lo más importante”. Entonces yo miré la lista, que ese día era más que larga y como de costumbre llena de cosas que eran para ayer, y sin tener muy claro que era lo más importante me encogí de hombros y se la enseñé, diciendo “tú mismo!”. Entonces él cogió la libreta la dejó encima de la mesa y me volvió a repetir, “primero lo más importante”, y añadió “¿Cómo están tus padres?”, eso era lo importante, ni los proyectos ni los informes ni los artículos, sino cómo estaban mis padres. Ése era Manel: primero le importaban las personas y luego todo lo demás.

Y con los años fueron muchas, incontables las reuniones en las que pensamos en futuras líneas de trabajo, en las que diseñamos proyectos, planificamos cursos, hablamos hasta hartarnos de la relevancia de evaluar las intervenciones en salud pública… pero también, en cada una de esas reuniones hubo un momento para hablar de lo importante, para contarme cuál era el último lagarto que Gerard había metido en casa o la última peli que había ido a ver con Marina al cine.  

Su calidad humana le llevaba también a tratar a todo el mundo como a un igual. Manel era de las pocas personas que conozco a la que le era indiferente tener delante a un becario que a un alto cargo, él era el mismo con todos, los trataba a todos por igual, a todos como a personas. Seguramente por eso fue alguien también especialmente querido entre la gente más joven, tanto en su servicio como en otros servicios de la Agencia, como fuera de ésta.

Además de la calidad humana, hay dos cualidades más que me gustaría destacar de Manel, una de ellas era su fortaleza y entereza ante cualquier dificultad. Manel era, sin duda, una de las personas más fuertes que he conocido. Algunos creen que ser fuerte es ser capaz de imponer tu opinión a los demás o de demostrar que tienes poder frente a otros, pero eso no es ser fuerte. Ser fuerte es volver de una consulta médica en la que te acaban de decir que te tendrás que enfrentar a un transplante de médula y aún así ser capaz de mantener la sonrisa y de interesarte por cómo están los demás. Ser fuerte es salir de una sesión de quimio con una bomba de infusión implantada y en vez de irte a casa a descansar, quedar para hacer un café y estar riéndonos y haciendo planes de futuros proyectos, antes de irnos a dar cuatro horas de clase a los alumnos del Máster, eso es ser fuerte. Y la fortaleza de Manel, os lo aseguro, no tenía límites.

Por último, creo que es obligado hablar de una característica que compartíamos:  nuestro optimismo casi indestructible ante la vida. Aunque confieso aquí que yo descubrí que el mío no era tan indestructible como pensaba el día que Manel nos dejó. En cualquier caso, su optimismo y su positivismo, además de contagiarse, le llevaron a  ser capar de disfrutar de cada momento de la vida, de absolutamente todo lo que hacía, de los proyectos, de las clases, de su familia, de su casa de Llucena… No sé, cada vez que pienso en lo injusto que es que alguien como él muriera tan joven, una de las cosas que me consuela es pensar que quizá murió joven, pero vivió y disfrutó más Manel yéndose a los 55 años que la mayoría de la gente que conozco aunque vivieran hasta los 120.

En fin, habría muchas más cualidades de Manel de las que me gustaría hablaros, como su genial sentido del humor o muchas otras, os hablaría durante horas, pero no podía ser. Lo que sí quería era enseñaros algunas imágenes, y os he hecho un video cortito con fotos que intentan reflejar por un lado su calidad profesional pero también esa capacidad de disfrutar de cada uno de los momentos que pasó –en este caso con su equipo, con el SAMI, y también con algunos amigos del SAMI (y amigos de Mane)- como Esteve-. He intentado que no fuese un video triste, porque eso no le hubiera gustado nada a Manel, a ver si lo he conseguido. Cuando acabe os hago un comentario final y luego ya me despido.

Bueno, pues espero que os haya gustado el video, he visto algunas lágrimas pero también muchas sonrisas, así que me doy por satisfecha porque sé que eso es lo que le hubiera gustado a Manel, veros sonreír.

Cada canción de las que ha sonado en el video tiene su historia, pero sólo un comentario respecto a la última canción -Always look on the bright side of life, mira siempre el lado bueno de la vida-. Puse esa canción por un lado porque es la banda sonora de La vida de Brian, que es una de las pelis favoritas de Manel, pero también porque creo que resume perfectamente su filosofía de vida.

No querría acabar sin dirigirme a las dos personas de las que he estado oyendo hablar casi a diario durante los últimos 10 años, es casi como si os hubiera visto crecer a través de las historias que Manel me ha ido contando de vosotros. Gerard, Marina, no puedo ni imaginar por lo que habéis pasado o por lo que estáis pasando, pero yo os quería decir que siendo hijos de Manel, no tengo ninguna duda de que estáis programados genéticamente para ser felices y para hacer felices a todos los que tengáis alrededor como hacía él. Estoy segura de que os esperan unas vidas maravillosas, ya lo veréis. En cualquier caso, si hay algo que a mi se me da bien es “trabajar para un Nebot”, así que cualquier cosa que necesitéis, por favor no dudéis nunca en pedírmela vale? Y lo mismo lo hago extensivo a Queru y a Carmen, Manel también me habló muchas veces de vosotras, gracias a los 4 por compartir a Manel con nosotros y por dejarnos disfrutar de él todo este tiempo.

Y por último, y con la esperanza de que me oigas desde allá donde estés de vacaciones. Jefe, me dijiste varias veces en plan de coña que esperabas que cuando me dieran el Nobel me acordara de nombrarte en los agradecimientos, pues bien, como es bastante obvio que no me lo van a dar, aprovecho para darte las gracias aquí, aunque ya te las di en su momento, y no sabes cuánto me alegro de haberlo hecho. Gracias, infinitas gracias por haber creído en mí, por todo lo que me enseñaste, gracias por todos los momentos que compartimos juntos, muchas gracias por todo.
Y con respecto a todos los planes relativos a la evaluación y a todo lo que hablamos durante estos últimos meses, sólo decirte que no me van a faltar las fuerzas para luchar por que todo lo que te importaba siga adelante, te lo aseguro.
Quizá ya no estés aquí, pero siempre vas a estar con nosotros.

Gracias a todos por escucharme, pero sobretodo gracias a todos los que quisisteis de verdad a Manel, gracias a los que como yo, le querréis siempre.

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